¿Eres cristiana? ¿Has experimentado sufrimiento alguna vez? O ¿Has visto a un cristiano sufrir en alguna ocasión? Seguramente tu respuesta ha sido un rotundo «sí». Esto es porque la salvación no nos hace escapar de vivir en un mundo caído, no nos hace escapar de los daños que éste deja en los que en él viven. Todos, en algún momento, experimentamos rechazo, enfermedad, pérdida o corrupción. Lo raro sería no sufrir. El sufrimiento de un cristiano siempre tendrá un propósito divino, es por eso que hoy quiero mostrarte, a través del primer capítulo de la epístola de Santiago, los beneficios del sufrimiento en la vida de un hijo de Dios.
NOS HACE NO AMAR ESTE MUNDO CAÍDO
«Tengan por sumo gozo, hermanos míos, cuando se hallen en diversas pruebas» (Stg 1:2).
El texto dice «cuando» y no dice «si». Esta palabra, «cuando», asegura que en algún tiempo pasará, y no es que Dios quiere asustarnos, si no que desea prepararnos. Él quiere que las pruebas no nos tomen por sorpresa cuando lleguen a nuestra vida. Además, el saber que enfrentaremos decepción en este mundo caído, nos hace no amarlo. Dios sabe que nos dejamos vislumbrar rápidamente por esta vida terrenal, por eso permite temporadas negras en nuestra vida, con la finalidad de que nuestro corazón no se aferre a este mundo (1 Jn 2:15-16) sino a Cristo.
NOS HACE SER PACIENTES
«Sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia» (Stg 1:3).
«Vemos las pruebas como cosas que deberíamos hacer cuanto esté en nuestro poder para evitarlas. Pero Santiago dice que en vez de ser una interrupción del plan de Dios, las pruebas son parte de su plan» (Tripp, Cómo cambia la gente, 75). Dios tiene un plan con cada prueba que llega a nuestra vida. A Él no le sorprende la tragedia que estamos viviendo, Él la conoce y la usará para nuestro bien (Ro 8:28).
En la prueba, nuestra fe es probada. De hecho, Pedro la compara con el oro cuando es pasado por el fuego con la finalidad de obtener una bella forma (1 P 1:7). Para obtener un bello resultado, es necesario que pasemos ese duro proceso; y es que todos aquellos procesos donde hay hermosos resultados son dolorosos. La prueba es dolorosa pero traerá un hermoso resultado, moldeará nuestro corazón impaciente, transformándolo en uno más paciente.
NOS HACE ACERCARNOS A DIOS Y PEDIR
«Y si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que se la pida a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada» (Stg 1:5).
Ha sido el sufrimiento en mi vida lo que me ha hecho pedir ayuda y sabiduría a Dios en esos momentos de tanta incertidumbre y de tanto dolor. Santiago no nos dice «quédense callados y soporten». No. Santiago nos dice «pidan», y eso mismo hizo el salmista: «En mi angustia invoqué a Jehová, y clamé a mi Dios» (Sal 18:6a).
Vemos también a nuestro Señor Jesucristo pedir al Padre cuando entró en agonía y dolor en el huerto de Getsemaní (Lc 22:40-41). El Padre lo escuchó y, aunque no evitó la prueba, sí lo ayudó a pasarla.
Con todo esto, podemos concluir que la prueba de un cristiano siempre valdrá la pena si la atravesamos aferradas a la mano de nuestro Señor. Ahora bien, también debemos entender que cuando pasamos por una prueba, estamos imitando a Cristo, ya que nuestro Salvador experimentó la prueba más grande que ningún ser humano pudo haber experimentado en esta tierra, y Su prueba valió la pena porque hizo posible nuestra salvación.
Diseño: Gabriela Rodríguez
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