«El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré? El Señor es la fortaleza de mi vida; ¿de quién tendré temor?» (Sal 27:1).
Un nuevo año está por terminar. Probablemente, durante estos últimos días has estado evaluando cada una de tus metas propuestas para el 2024: algunas fueron alcanzadas; otras están en marcha; y unas cuantas no se pudieron completar. También, puede que estés aprovechando este tiempo para hacer tu «vision board» y organizar tus ideas, sueños y aspiraciones.
Hoy quiero contarte una de las lecciones más maravillosas que he aprendido del Señor en este año: y es que Él es fiel, a pesar de mi infidelidad. He podido ver cómo, de formas tan dulces, el buen Pastor cuida de Sus ovejas. Pero también he podido ver mi pecado y mi necesidad de confiar más en Cristo.
Hay momentos en donde olvido que mi dependencia absoluta está en Él y mi corazón ansioso desea tener el control de todas las cosas, pero esto no es posible. El Señor nos recuerda en Su Palabra que Él «[…] sostiene todas las cosas por la palabra de su poder […]» (He 1:3); Él es Quien «Cuenta el número de las estrellas, y a todas ellas les pone nombre» (Sal 147:4); Él es Quien conoce hasta el número de nuestros cabellos (Mt 10:30). No hay nada que podamos controlar por nosotras mismas.
Cristo llevó sobre sí el mayor temor del hombre: la muerte y el juicio (1 Jn 4:18); por lo que no tenemos por qué temer. El amor de Dios, manifestado en la cruz, expulsó nuestro mayor miedo, y nos enseña y capacita a vivir confiando en que Él es quien tiene el control; actuando con la meta de agradar a Dios y no pensando en lo que pudiese suceder; dejando a un lado la desconfianza fundamentada en el temor.
Querida hermana, te invito a que podamos evaluar nuestros corazones. Que una de nuestras metas para este nuevo año sea conocer cada día a nuestro amoroso Señor, quien obra por el bien de Sus hijos; y, entre más le conozcamos, más le amemos, y más vivamos en dependencia y confianza a Él y Su voluntad.
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