Esta mañana, cuando revisaba mis redes sociales, me encontré con un recuerdo de Facebook que había escrito hace exactamente once años cuando apenas había empezado a escuchar las verdades del Evangelio. En ese momento tenía 14 años. Realmente me impactó leerlo y estoy segura que Dios lo usó para inspirarme, y relatarte en este artículo, un poco de cómo vemos infiltrada la idolatría en la cultura actual.
El estado que escribí decía así: «¿Por qué se nos hace difícil amar a Dios? O mejor dicho ¿Por qué se nos hace tan difícil amar al amor?». Inmediatamente vino a mi mente el versículo de 1 Juan 4:8, que dice: «El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor». Fue lindo apreciar cómo, con 14 años, Dios ya había puesto en mí el anhelo de tener una relación real con Él y que, ahora, por Su gracia y misericordia, puedo decir que finalmente la tengo. Si no fuera así, el Espíritu Santo no habría traído a mi mente esa porción de Su Palabra, y hoy seguiría sin saber la respuesta a esa pregunta que me inquietaba.
Creo firmemente que esta es la respuesta correcta: se nos hace tan difícil amar a Dios porque no le conocemos en verdad. Durante mi adolescencia, a pesar de que deseaba poder amar a Dios, nunca fui intencional en profundizar mi conocimiento de Dios, y permití que muchos ídolos se levantaran en mi corazón. Sin embargo, sé que Dios llegó para reclamar el trono de mi vida y de mi corazón en Su tiempo perfecto.
Más allá de todo esto, no es exactamente de mí que quiero hablarte en esta sección, sino del ídolo del yo que suele pasar tan desapercibido en nuestras vidas y cultura.
Nuestra falta de conocimiento de quién es Dios y del Evangelio, es lo que hace que convirtamos cosas buenas que destacan en nuestra cultura en ídolos que usurpan el lugar que sólo le pertenece a Dios en nuestras vidas.
Por ejemplo, hablemos un poco de la cultura fitness o del self care (cuidado personal). Ciertamente, no hay nada de malo en ejercer un cuidado correcto de nuestro cuerpo y de nuestra salud. Es más, es un mandato de Dios para los creyentes que ejerzamos una buena mayordomía corporal, así como en todas las áreas de nuestra vida. Pero, lo que vemos hoy en día, es más que una correcta preocupación por la salud. Actualmente observamos que existe una delgada línea entre ejercer un sano esfuerzo por poseer una buena imagen corporal y en sobrevalorar la apariencia física. Y, cuando cruzamos esta línea, una inocente intención puede llegar a convertirse en un ídolo de la imagen personal o belleza.
Si lo pensamos bien, la causa y raíz de que caigamos en este pecado se debe precisamente a que falta un correcto conocimiento del Evangelio, lo cual nos lleva a creer que tenemos buenas motivaciones en nuestro corazón. Claramente, las motivaciones de nuestro corazón no buscan glorificar a Dios, sino que buscan glorificar al yo. La Palabra de Dios es clara en decirnos que el corazón es lo más engañoso que hay (Jer 17:9) y es por eso que encuentro el pasaje de Mateo 6:19-22 tan valioso para instruirnos en cómo examinar nuestras verdaderas motivaciones: «No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre destruyen, y donde ladrones penetran y roban; sino acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre destruyen, y donde ladrones no penetran ni roban; porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón».
Me gustaría que analizáramos la importancia de saber dónde se encuentra nuestro tesoro. Pero, antes que nada, debemos saber que, cuando Jesús se refería a «tesoro», Él hablaba acerca de aquello que realmente tiene valor para nosotras y que apreciamos más que a ninguna otra cosa. Creo que esto es algo que no podremos distinguir por nosotras mismas, debido a que nuestro corazón nos engaña y muchas veces podemos creer que Dios es nuestro tesoro cuando en realidad no lo es (créeme, he estado ahí). Para poder distinguirlo necesitamos la intervención y ayuda del Espíritu Santo, y adoptar una actitud humilde para pedirle que sea Él quien examine y escudriñe nuestros corazones, así como lo hacía el salmista David (Sal 139:23-24).
Puedes tener por seguro que el Espíritu Santo cumplirá Su función de guiarnos y enseñarnos (Jn 14:26), de convencernos de pecado (Jn 16:8), para revelar aquello que está siendo nuestro tesoro o, en este caso, podríamos llamarlo nuestro «ídolo», es decir, aquello que está quitando a Dios del primer lugar en nuestras vidas.
«[…] porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón» (Mt 6:22). La razón por la que es tan importante saber cuál es nuestro tesoro es porque cada motivo, intención e incluso cada decisión que tomamos en la vida, se verá inclinada hacia ese tesoro. Entonces, podemos preguntarnos: ¿Realmente cada intención de mi vida refleja que busco adorar y glorificar a Dios?; ¿es Dios a quien yo más amo?; ¿Es Él mi mayor deleite? O, con respecto al tema de la mayordomía corporal, ¿realmente cuido mi cuerpo para obedecer y glorificar a Dios, o para mi propia gloria?; ¿soy consciente de que mi cuerpo es templo del Espíritu Santo y debo cuidarlo para poder cumplir el propósito de reflejar a mi Creador?
«El Maestro no dice que es malo tener tesoros en la tierra. Él dice que está mal acumularlo para nosotros mismos. Tenemos que mantenerlo como mayordomos». (Morgan)
Debemos mantener y administrar todo lo que somos para honrar a Dios. El Evangelio nos permite entender que hemos sido compradas a un precio de sangre y que ya no nos pertenecemos a nosotras mismas. El Evangelio nos pide amar a nuestro Creador con toda nuestra alma, mente y fuerzas (Mt 22:37); no a las cosas creadas, como el mundo nos tienta a hacerlo.
«¿O no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que está en ustedes, el cual tienen de Dios, y que ustedes no se pertenecen a sí mismos? Porque han sido comprados por un precio. Por tanto, glorifiquen a Dios en su cuerpo y en su espíritu, los cuales son de Dios» (1 Co 6:19-20).
Para glorificar a Dios en nuestro cuerpo, debemos empezar honrándolo con nuestro Espíritu. Dios nos hace ver que toda nuestra vida emana del corazón (la sede de nuestros deseos, pensamientos y voluntad), y por eso es tan importante que el tesoro de nuestro corazón le pertenezca solamente a Él si deseamos que absolutamente todo lo que hagamos sea para Su gloria y honra (Pr 4:23).
El self care es solamente uno de tantos ejemplos de cómo podemos ser influenciadas por esta cultura para hacer ídolos de cualquier cosa creada, incluyéndonos a nosotros mismos. Tim Keller define a la idolatría de la siguiente manera: «Idolatría es confiar en que encontraremos esperanza, felicidad y significado en las cosas creadas, y no en el Creador».
Hermana, el mundo que nos rodea siempre parecerá ofrecernos algo mejor de lo que ya nos ha sido dado en Cristo Jesús, nuestro Señor, Salvador y Creador. No creo ser la única persona que se planteaba esa misma pregunta que hice a mis 14 años. Si tú también estás en Cristo, significa que estamos en esa constante carrera para conocer más y más a nuestro Dios, sabiendo que sólo así podremos amarle y adorarle con todo nuestro ser. ¡Cuánto me faltaba por conocerle en mi adolescencia! Y sin duda alguna, ¡cuánto más me falta para seguir conociéndole! ¡Y amarle!
Él es suficiente. Pero, para poder probar y ver que Él realmente lo es, debemos dejar de poner ídolos en nuestros corazones y poner a Dios en primer lugar para que reine. ¡Hemos sido creadas para adorar únicamente a nuestro Dios! Sigamos la contracultura, y decidamos inclinar toda nuestra adoración únicamente al Rey de Reyes, y Señor de Señores.
¡Dios te bendiga!
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Diseños: Joselyn Amador
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