«Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor» (Ef 6:4).
La crianza y disciplina bíblica de hijos pequeños es retadora y demandante para las madres segundo a segundo, pero en Cristo tenemos paz, esperanza, gracia y sabiduría para ser y hacer lo que nuestro llamado nos requiere sin morir en el intento.
Los padres creyentes tenemos la responsabilidad de criar a nuestros hijos en la disciplina y amonestación del Señor. Este proceso debe comenzar bien temprano en sus vidas, cuando aún son pequeños.
Desde estas incipientes etapas se reconoce la necesidad de obedecer este mandato, pues observamos cómo su tendencia natural al pecado se va haciendo cada vez más evidente y fuerte. Sin embargo, no en todos los momentos aplicaremos los mismos métodos de disciplina o estilos de comunicación. Tendremos que considerar factores importantes como la edad del niño y la gravedad de la infracción cometida.
Ahora bien, no sólo los niños deben ser obedientes a sus padres y demás autoridades, sino que los padres deben empezar modelando esa obediencia al Señor en primer lugar, al corregirlos y disciplinarlos bíblicamente para enseñarles a ser obedientes y a honrarles.
En este camino nos enfrentamos a diversas situaciones adversas. La crianza no es un proceso fácil ni lineal. Está llena de complejidades, altibajos y dificultades por muchas razones. Una de estas situaciones adversas que podemos presentar es la que tiene que ver con nosotras las madres, A veces tendremos la tentación de comportarnos como ellos. La desobediencia y el pecado de nuestros hijos tiene la potente capacidad de revelar claramente nuestro propio pecado y áreas cojas; en las que aún debemos madurar en nuestro carácter. Muchas veces no respondemos conforme a la Palabra de Dios y siendo guiadas por Su Espíritu, sino conforme a nuestra carne. Nos impacientamos, nos enojamos y actuamos con falta de amor y gracia hacia ellos.
Además, la crianza es muy compleja también, en cuanto a qué y cómo manejar el proceso de instrucción y discipulado que debemos llevar a cabo con nuestros hijos, de acuerdo a cada situación particular. Cada niño es diferente y cada pecado que cometen puede expresarse de diferentes formas y por varias motivaciones que tendremos que explorar. Recuerda que, pues ante todo, se trata de pastorear sus corazones de acuerdo al Evangelio y no solamente enfocarnos en su conducta exterior.
Es por eso que te animo a recordar algunas cosas:
Necesitamos clamar sin cesar por sabiduría y gracia para ser y actuar como madres reverentes que temamos y honremos al Señor delante de nuestros hijos.
Debemos depender conscientemente de Dios en cada situación adversa que estemos viviendo con nuestros niños pequeños.
Necesitamos recordar que es el Señor quien nos dará la fuerza para (Is 41:10; Sal 92:10) que primero nos sometamos nosotras a Su disciplina en obediencia y fe, y nos capacitará para vivir y criar a nuestros hijos mostrando el fruto de Su Espíritu.
Él nos ha dado todo lo que necesitamos para la vida y la piedad, incluyendo la crianza, y ofrece la sabiduría abundantemente y sin reproche a quienes se la piden (St 1:5). Él nos guiará sobre cómo conducirnos y guiar a nuestros pequeños en cada momento.
Sin embargo, todo esto es posible únicamente por el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. En Cristo tenemos esperanza y redención para vivir en paz y sin temor, aun en etapas que son tan difíciles como éstas. Tenemos el poder de la nueva vida en Cristo; la desbordante misericordia; el perdón incondicional que recibimos aun cuando fallamos y la restauración de Aquel amigo y hermano mayor, manso y humilde de corazón (Mt 11:29), que no descansará hasta completar la obra que inició en nuestras vidas y familias.
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Escrito por: Yeimy de Robainas
Diseño: Gabriela Rodríguez
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