Mis años de universidad fueron caóticamente hermosos. Siempre tomaba el tope máximo de materias permitidas; en el tercer año inicié un trabajo a medio tiempo y regresaba a casa de mis padres (fuera de la ciudad donde estudiaba) todos los fines de semana, sin excepción, para poder participar de las actividades familiares y de la iglesia. Terminé la carrera con buenos resultados y en tiempo récord, no descuidé mi servicio en la iglesia y también adquirí experiencia laboral en el proceso. Sin embargo, hoy me pregunto: «¿glorifiqué a Dios en todo esto?» No lo creo.
Mientras los resultados parecían excelentes, yo me dormía en todas partes por falta de sueño, tomaba café en exceso y podía pasarme casi todo el día sin comer; tenía migrañas constantes; y también descuidé mi vida devocional porque, aunque deseaba pasar tiempo con el Señor, era muy poco lo que permanecía despierta para lograr orar lo suficiente o leer la Biblia. A veces, mis compañeros me pedían reunirnos para estudiar y, aunque tenía el deseo de hacerlo, me era imposible acomodar un tiempo en mi agenda, entre las materias y el trabajo, para servirles. Miro atrás y sólo veo gran cantidad de oportunidades de haber servido a otros y glorificado a Dios de mejor manera con todo lo que Él me había dado, pero ¿sabes cúal era mi principal problema? La dificultad para ser una mayordoma fiel.
En términos sencillos, podemos definir la mayordomía como la gestión eficiente de recursos, pero ¿dice la Biblia algo al respecto? En el primer capítulo de la Biblia, en Génesis 1:26 y 28, Dios da la tarea al hombre de «señorear y sojuzgar» la tierra. Desde el principio, podemos ver claramente que Dios es creador y dueño, y establece al hombre como administrador de todo lo creado. En ese sentido, podemos decir que la mayordomía define la relación del hombre con Dios: Dios como dueño y el hombre como mayordomo.
Mientras estudiaba los primeros capítulos del libro de Génesis para escribir este artículo, me detuve en el capítulo 2, versículo 15: «El Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el huerto del Edén para que lo cultivara y lo cuidara». Lo que aprendí al buscar las palabras originales que se usaron para decir «cultivar» y «cuidar» me ayudó a entender mucho mejor el tema de la mayordomía.
La palabra «abad», que se utiliza para decir «cultivar», «labrar», es la misma que se usa para referirse a «servir» o «adorar» en pasajes como Éxodo 23:14, Deuteronomio 6:13 y Josué 24:15. Mientras que la palabra «shamar» que se utiliza para decir «cuidar» o «guardar», también se usa en contextos en los que se habla sobre «guardar el pacto» como un verbo que denota obediencia. Podemos concluir, entonces, que la tarea que Dios le da al hombre en el huerto del Edén se convierte en un acto de adoración y obediencia a Dios. Con esto, entendemos que la mayordomía es más que una simple gestión efectiva de los recursos en nuestras manos, es también ser obedientes a Dios y darle adoración y gloria.
Todo pertenece a Él
«Tuya es, oh Señor, la grandeza y el poder y la gloria y la victoria y la majestad, en verdad, todo lo que hay en los cielos y en la tierra; Tuyo es el dominio, oh Señor, y te exaltas como soberano sobre todo. De Ti proceden la riqueza y el honor; Tú reinas sobre todo y en Tu mano están el poder y la fortaleza, y en Tu mano está engrandecer y fortalecer a todos. Ahora pues, Dios nuestro, te damos gracias y alabamos Tu glorioso nombre. Pero ¿quién soy yo y quién es mi pueblo para que podamos ofrecer tan generosamente todo esto? Porque de Ti proceden todas las cosas, y de lo recibido de Tu mano te damos» (1 Cr 29:11-14).
Me encanta cómo, en este capítulo de la Biblia, David habla con asombro al ver todo el oro, la plata y las piedras preciosas que el pueblo de Israel había entregado voluntariamente como ofrenda para el templo. ¡Realmente nada les pertenecía! Pero deseaban devolver todo lo que se les había dado ¡Cuánta gracia hemos recibido del Señor que, en Su bondad, nos permite gozar de Su creación y administrarla!
Dios nos pedirá cuentas
En Mateo 25:14-30 encontramos la parábola de los talentos. Aquí, vemos a un amo que entrega uno, dos y cinco talentos a tres de sus siervos, de acuerdo a la capacidad de cada uno. Dice la Palabra que, después de mucho tiempo, el amo vino a arreglar cuentas con ellos. Así mismo, Dios espera que seamos fieles en el manejo de los recursos que ha puesto en nuestras manos.
La mayordomía nos ayuda a mantenernos enfocados, reconociendo que todo lo que hacemos y tenemos es por Él y para Él. Incluso lo que parece nuestro, como nuestros cuerpos, nuestros talentos, nuestro dinero y nuestro tiempo, Él nos lo dio y a Él rendiremos cuentas de todo.
¿Cómo puedo ser un buen mayordomo?
Esta es una pregunta muy sencilla de contestar de forma corta: puedes ser un buen mayordomo recordando a Quién sirves y haciendo todo para Su gloria (Col 3:23). La respuesta larga no es tan simple porque la mayordomía abarca todas las áreas de nuestra vida. De hecho, la primera vez que tuve contacto con este concepto, lo aprendí de una forma muy dinámica que hasta hoy recuerdo vivazmente: mayordomía=4T (Tesoro, Templo, Talentos y Tiempo). Cada una de estas T se corresponden con las finanzas, el cuerpo, los dones y el tiempo que tenemos.
Como puedes ver, amada hermana, de todas las áreas de nuestra vida debemos rendir cuentas a Dios, y debemos esforzarnos en ser diligentes y sabias al usar y cuidar lo que Él nos ha dado.
Hablemos un poquito de cada una de ellas y pensemos cómo podemos glorificar mejor a Dios en estas áreas:
Talentos
«Según cada uno ha recibido un don especial, úselo sirviéndose los unos a los otros como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. El que habla, que hable conforme a las palabras de Dios; el que sirve, que lo haga por la fortaleza que Dios da, para que en todo Dios sea glorificado mediante Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén» (1 P 4:10-11).
Algunas preguntas que te puedes hacer para ver si estás siendo buen mayordomo con tus dones y talentos son:
¿Estoy usando mis talentos para el servicio del Señor?
¿Soy generosa con los dones que tengo y los uso para servir a los demás?
¿Me esfuerzo por desarrollar las habilidades que Dios me ha dado, y descubrir y aprender nuevas?
Tiempo
«Por tanto, tengan cuidado cómo andan; no como insensatos sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos» (Ef 5:15-16).
Algunas preguntas que te puedes hacer para ver si estás siendo buen mayordomo de tu tiempo son:
¿Soy eficiente y sabia en el uso de mi tiempo?
¿Qué cosas tienen prioridad en mi agenda?
¿Dedico demasiado tiempo a actividades ociosas y sin provecho (como navegar negligentemente en redes sociales)?
Tesoro
«Honra al Señor con tus bienes y con las primicias de todos tus frutos; entonces tus graneros se llenarán con abundancia y tus lagares rebosarán de vino nuevo» (Pr 3:9-10).
Algunas preguntas que te puedes hacer para ver si estás siendo buen mayordomo con tus finanzas son:
¿Uso mis recursos con sabiduría?
¿Soy demasiado avara e interesada, o espléndidamente desprendida e irresponsable con mis finanzas?
¿Soy generosa con los necesitados?
Templo
«¿O no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que está en ustedes, el cual tienen de Dios, y que ustedes no se pertenecen a sí mismos? Porque han sido comprados por un precio. Por tanto, glorifiquen a Dios en su cuerpo y en su espíritu, los cuales son de Dios» (1 Co 6:19-20).
Algunas preguntas que te puedes hacer para ver si estás siendo buen mayordomo de tu cuerpo son:
¿Soy intencional en cuidar mi cuerpo?
¿Hago ejercicio físico? ¿Con qué intención lo hago?
¿Cómo es mi relación con la comida?
¿Descanso lo suficiente?
Amada, todas tenemos mucho que mejorar en estas áreas. La intención no es agobiarnos ni perseguir la perfección porque no la alcanzaremos. A lo que debemos apuntar es a ser conscientes y constantes en nuestra fidelidad, integridad y sabiduría al manejar los recursos que Dios nos ha dado. Recordemos que la mayordomía define nuestra obediencia práctica en la administración de todo lo que nos ha sido confiado, implicando la consagración de nuestra propia vida y de nuestras posesiones al servicio de Dios.
Una pregunta que me gusta hacerme ocasionalmente es:
¿Me diría el Señor a mí hoy: «Bien, buen siervo y fiel, sobre poco has sido fiel sobre mucho te pondré»? ¿Crees que te lo diría a ti?
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Diseños: Vianela Valerio
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