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La historia de vida de Amy Carmichael


¿Alguna vez has pensado que tus circunstancias particulares te impiden servir al Señor?, o te has cuestionado ¿por qué las personas que aman al Señor atraviesan circunstancias difíciles, si están dedicando su vida a servirle? ¿Sabes? Uno de los mayores tesoros de leer biografías de personas que han compartido nuestra fe, radica en conocer historias de vida de personas comunes como tú y como yo, que nos animan en nuestro andar diario, enseñándonos que lo que nosotras llamamos vida «ordinaria», sin importar las circunstancias en las que nos encontremos, pueden ser encaminadas a contribuir de manera extraordinaria en la historia que Dios se encuentra escribiendo.

En esta ocasión, vamos a conocer la historia de vida de una misionera cuya vida impactó e impacta al mundo creyente: Amy Carmichael.

Amy Carmichael nació el 16 de diciembre de 1867, en el pueblo costero de Millisle, en Irlanda del Norte. Hija de David y Catherine Carmichael, quienes eran cristianos presbiterianos y gozaban de una posición económica acomodada. Amy era la mayor de siete hijos.

Debido a una crisis económica que sufrió la familia Carmichael, y que le costó la vida al señor David Carmichael, Amy, al ser la hija mayor, se vio en necesidad de abandonar sus estudios y pasó los siguientes diez años ayudando a su madre a criar a sus hermanos menores.

Un día que parecía ser ordinario, Amy, atravesó una circunstancia que le cambiaría la vida: al salir de su iglesia local, vio a una anciana mendiga que se tambaleaba, así que ella y su hermano ayudaron a la anciana a bajar por el callejón; sin embargo, mientras lo hacía se percató de que ese suceso le causaba vergüenza delante de las personas que los veían. En ese preciso momento, Amy se dio cuenta de que, aunque estaba prestando ayuda, la motivación de su corazón no era la adecuada porque sentía pena al ayudar a otros. Esto la confrontó de manera profunda, se arrepintió grandemente y al llegar a casa le prometió a Dios que en el futuro sólo haría las cosas para Su gloria.

Fue así como Amy comenzó a ir con su pastor a los barrios marginados para repartir folletos y alimentos a los pobres, conocidos como «Shawlies». Al ver el hambre que estas personas tenían por el amor y la esperanza de Dios, Amy inició estudios bíblicos entre dicho grupo. Mientras su ministerio con los «Shawlies» seguía floreciendo, Amy sintió que Dios la estaba llamando a servir en los barrios bajos de Manchester, Inglaterra, así que decidió mudarse. Durante su estancia de dos años con una familia, Amy escuchó hablar, por primera vez, al misionero Hudson Taylor (1832-1905). Al escucharlo, sintió una convicción profunda de que el Señor la estaba llamando a las misiones transculturales.


En un inicio, Amy fue rechazada y enviada de regreso a casa debido a problemas con su salud; sin embargo, no se detuvo y siguió intentándolo, hasta que en 1893, finalmente fue aceptada y viajó a Japón, pero se vio obligada a regresar a Inglaterra después de quince meses, debido a una enfermedad. Más tarde, en 1894, Amy se fue como misionera a la India, en donde decidió vivir entre las mujeres indias que habían sido perseguidas después de convertirse del hinduismo a Cristo.

Más adelante, Amy conoció a Preena, una niña cuya madre viuda la había llevado a un templo hindú para convertirla en una prostituta del templo. Al darse cuenta de que la prostitución infantil era una constante en la India, Amy comenzó a acoger niños y a crear un refugio con la finalidad de protegerlos del abuso. A pesar de las múltiples situaciones que se oponían a su trabajo, dicho refugio creció grandemente en la India.

Años después, mientras Amy iba en dirección a una casa que había arrendado para otro dispensario, cayó en un pozo recién excavado, se rompió una pierna, se le dislocó un tobillo y se torció la columna vertebral. Amy vivió los últimos 20 años de su vida confinada en una cama como discapacitada, pero durante ese tiempo escribió más de 37 libros y poemas que hablaban de su relación íntima con Dios. El 18 de enero de 1951, a los 84 años, Amy murió en Dohnavur, India.

La vida de Amy Carmichael nos recuerda que ninguna circunstancia difícil por la que atravesamos, es un impedimento para poder cumplir el propósito para el cual fuimos creadas: Vivir para la gloria de Dios, apuntar a otros a Cristo y proclamar el evangelio mientras vivimos en esta tierra.

También nos enseña que en este mundo no está garantizado nuestro «bienestar» (en la gran mayoría de la vida de esta misionera, la enfermedad fue la protagonista); sin embargo, aún en medio de nuestro sufrimiento, nuestra vida puede tener un propósito que impacte la vida de los demás, y podemos ser partícipes de la historia que Dios continúa escribiendo.

Y a ti ¿de qué manera te inspira la vida de Amy Carmichael para trabajar y llevar el evangelio a otras mujeres de tu comunidad?


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Diseños: Gabriela Rodríguez

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