¿Te has sentido abatida en algún punto de tu matrimonio? ¿Tus fuerzas para correr hacia los brazos de Cristo para orar y clamar por tu esposo han sido reemplazadas por el desánimo?
Si fueras sincera contigo misma: ¿Has dejado de pedirle a Dios por tu matrimonio pensando que algunas cosas no cambiarán?
Si hoy te encuentras en un matrimonio con un hombre inconverso quiero decirte que entiendo tu dolor en medio de las circunstancias diarias de la vida. No obstante, encontramos esperanza por medio del arrepentimiento y la fe en Cristo. Incluso, esas situaciones cotidianas que hoy vives pueden ser sobrellevadas en paz cuando ponemos nuestra confianza en Él (Is 26:3).
La palabra de Dios nos ayuda a lidiar sabiamente como esposas ante las diferencias que podemos tener con un esposo inconverso y que no implican una desobediencia a Dios ni tampoco un riesgo para nuestra integridad y la de nuestros hijos.
Dios, en Su misericordia, nos ha permitido tener en la Palabra una luz para tiempos difíciles. En medio de la dura batalla, la rutina, la espera y la vida misma, podemos llegar a olvidar lo que Dios nos dice acerca de nuestros matrimonios.
Permanecer en el pacto
Pablo dice en 1 Corintios 7:10-11: «A los casados instruyo, no yo, sino el Señor: que la mujer no debe dejar al marido. Pero si lo deja, quédese sin casar, o de lo contrario que se reconcilie con su marido, y que el marido no abandone a su mujer».
Una de las mayores tentaciones que se nos presentan cuando vemos que tenemos diferentes opiniones, desacuerdos, o que no somos tan afines a nuestros esposos, es abandonar y renunciar a este matrimonio. Sin embargo, Pablo nos insta a permanecer dentro del pacto matrimonial y debemos recordar que esta Palabra es inspirada por Dios por lo que es también mandato de nuestro Señor. Incluso, si hemos conocido a Cristo dentro del matrimonio, debemos permanecer casados aunque estemos en yugo desigual, aprendiendo a enfrentar con sabiduría y fortaleza las circunstancias que atravesamos al no intentar salir corriendo ante el primer desacuerdo que tengamos.
Recibir y dar perdón
Colosenses 3:12-13 nos dice lo siguiente: «Entonces, ustedes como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia; soportándose unos a otros y perdonándose unos a otros, si alguien tiene queja contra otro. Como Cristo los perdonó, así también háganlo ustedes».
No podemos realmente dimensionar el alcance y costo que tuvo el perdón que Cristo nos otorgó en la Cruz del Calvario. Es un llamado a la humildad el recordar que, cuando aún éramos pecadoras, Cristo nos perdonó y limpió de todas nuestras maldades. Abrazar ese perdón por gracia implica que estamos en condiciones de extenderlo por medio del Espíritu Santo y también hacia aquellos que nos han ofendido, perseguido o burlado. En este caso, pudiendo ser nuestros esposos mismos los que se burlen de nuestra fe o no respeten nuestras búsquedas de Dios.
Guardar el testimonio
Querida mujer, los versículos que vas a leer a continuación puede que hayan sido mal interpretados alguna vez durante tu caminar cristiano y los sientas como un lapidario bloque de cemento cuyo peso ha devastado tu esperanza. Tal vez pienses que has hecho todo a tu alcance, que has sido esa mujer virtuosa que Dios pide que seas, pero aún no ves cambios en el corazón de tu esposo. Sin embargo te invito a que no dejes de leer lo que quiero compartirte.
La Palabra de Dios, en 1 Corintios 7:14-16, dice: «Porque el marido que no es creyente es santificado por medio de su mujer; y la mujer que no es creyente es santificada por medio de su marido creyente. De otra manera sus hijos serían inmundos, pero ahora son santos. Sin embargo, si el que no es creyente se separa, que se separe. En tales casos el hermano o la hermana no están obligados, sino que Dios nos ha llamado para vivir en paz. Pues ¿cómo sabes tú, mujer, si salvarás a tu marido? ¿O cómo sabes tú, marido, si salvarás a tu mujer?».
Luego, en 1 Pedro 3:1, vemos: «Asimismo ustedes, mujeres, estén sujetas a sus maridos, de modo que si algunos de ellos son desobedientes a la palabra, puedan ser ganados sin palabra alguna por la conducta de sus mujeres»
Quisiera que veas estas palabras como un mandato y una oportunidad única que tienen
las esposas acerca de sus esposos inconversos. Si bien sabemos que la salvación es exclusivamente potestad de Dios (Ro 9:16), aún así, se nos alienta a perseverar en nuestro testimonio como mujeres cristianas. En primer lugar, como parte de glorificar a Dios y no blasfemar Su Palabra. En segundo lugar, se nos dice que hemos sido colocadas en nuestras familias, en nuestros hogares con la oportunidad de mostrar una vida completamente nueva y diferente, como forma y oportunidad de santificar, es decir, apartar a nuestras familias para que Cristo tenga un cuidado específico y obre en ellos de una manera especial que de otra forma no podría ser posible.
Es por eso que, aún en medio de este matrimonio, hay esperanza. Porque Cristo, que es el Dios Creador del cielo y de la tierra, sigue en control de tu familia como también del corazón de tu esposo inconverso. Recuerda que a todo lo que Él desea lo inclina (Pr 21:1). Por todo ello, y por las grandes misericordias del Señor, permanece fiel a Dios y guarda tu testimonio.
Suelta el peso que te haya hecho creer que no has sido lo suficientemente piadosa, y recupera tu esperanza mirando a Jesús (He12:1-2) para que tu aliento sea renovado y corras en oración. Pide perdón a tu esposo si has tenido para con él una actitud amarga o rencorosa. También, pide a Cristo perdón, arrepiéntete y vuélvete a Él en comunión, tu Sumo sacerdote, Quien no se rehusará a escuchar tu clamor pidiendo misericordia (He 4:15).
La carrera aún no ha terminado, hoy tienes una nueva oportunidad para ti, para tu esposo y tus hijos (Fil 1:6) ¡Ánimo esposa!
Diseños Eunice Arcia
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