top of page
Foto del escritorDiana Schifitto

Cuando la debilidad es una buena noticia


Vengo de una familia de «mujeres fuertes» lo que, para mí, siempre fue un motivo de orgullo debido a que mi nona crió tres hijos sola y trabajando de noche. Conocer su historia y su esfuerzo fue de gran inspiración. Además, recuerdo, a mis doce años de edad,  a mi tía aconsejándome: «estudia, fórmate, así puedes viajar y disfrutar». 


Mi mamá también es un ejemplo de una mujer fuerte que  trabajó mucho y, con esfuerzo, nos educó a mis hermanos y a mí. ¡Es incansable!  Pocas veces, en mis cuarenta años, la vi con una actitud decaída. Por lo general, ante las circunstancias difíciles, siempre va hacia adelante, con fe. De hecho, al entrar en mi adolescencia, su consejo fue: «hija, estudia, trabaja para que nunca tengas que depender de un hombre».


Si bien mi nona, mi tía y mi mamá me aconsejaron a partir de sus experiencias, formaron  una identidad en mí de: «yo puedo, no necesito de nadie». Por lo que fui creciendo y gracias a Dios pude estudiar, tener un trabajo, vivir sola y mantenerme. 


Sin embargo, no hace mucho, Dios, por gracia, me mostró algunas verdades fundamentales que, al mirar hacia atrás, y sin exagerar, atropellaron y rompieron todos mis esquemas. 


«No puedes controlarlo todo, eres limitada»


Quizás para ti, ésta sea una verdad básica y fundamental, pero para mí, no. En ese momento, era una persona con listas, notas, calendarios; mi vida literalmente estaba cronometrada. Si bien esto no está del todo mal porque debemos tener orden, mi corazón revelaba que creía controlarlo todo. En mi mente tenía un plan A, B, C, por las dudas que algo quedara por fuera de todos los escenarios que me había planteado. 


Hasta que un día me di cuenta de lo limitada que era en verdad al leer un plan de YouVersion de Ana Ávila acerca del tiempo. No recuerdo bien si fue el primero o el segundo día, en el que Ana nos invita a recordar que el día tiene 24 horas y que Dios lo hizo así por una razón. De hecho, Jesús lo deja bastante claro en Mateo 6:27: «¿Quién de ustedes, por ansioso que esté, puede añadir una hora al curso de su vida?». Si bien podemos pasar muchas horas trabajando, en algún momento del día vamos a necesitar descansar. Por más ansiosos que estemos, el día es de 24 horas, no 25. 


Está bien ser débil. No tienes que ser fuerte


Luego de asimilar que la ansiedad y el control no me llevaban a buen puerto, aprendí que no está mal ser débil. Sin embargo, la debilidad no me gusta, me hace sentir necesitada, vulnerable y eso me genera miedo. Si me permites serte sincera, si bien por la gracia de Dios he ido creciendo, saber que soy débil aun me sigue dando una sensación de escozor en el corazón. 


Ahora bien, leerlo a Pablo, en este sentido, me resulta desafiante: «Por eso me complazco en las debilidades, en insultos, en privaciones, en persecuciones y en angustias por amor a Cristo, porque cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Cor 12:10). Porque, además de no gustarme el sentirme débil, Pablo dice que se «complace» en eso, y ahí sí que estamos hablando de otro «nivel». Recién cuando entiendo que el amor de Dios me sostiene, me fortalece, me cuida, es entonces que, en respuesta a ese amor, puedo descansar. Ser vulnerable en las manos de un Dios fuerte que sostiene, provee a Su creación y está atento a ella, resulta ser algo maravilloso. Piénsalo bien, tal como hoy leía en el Salmo 104: si el Creador del universo cuida a los leones y los vigila, ¡cuánto más a mí y a ti que nos hizo Sus hijas! Eso me conmueve, sinceramente, hasta las lágrimas. 


El Evangelio, la mejor noticia


Estas dos noticias podrían resumirse en que me encontré cara a cara con el Evangelio. Básicamente, por años, había creído que el Evangelio era la buena noticia de que Jesús había muerto por mí y ahora era Su hija. Sin embargo, a través de mis acciones, se podían ver frutos de mi perfección y control, por lo que, cada vez que pecaba, veía a un Dios decepcionado, sacudiendo la cabeza. Entonces me alejaba más y, en vez de ir a Él, pecaba más. Pensaba que debía volver a «portarme bien» para complacer a Dios, pero, como me resultaba imposible en mis propias fuerzas, se volvía tremendamente frustrante y agotador. 


Fue hace dos años que me encontré con la gracia del Señor. Dios usó un tiempo mientras leía un libro que escribió el Pastor Nicolás Tranchini, «Cambios Profundos». En la entrevista que le hicimos a él con Ella Florece cuento cómo, al inicio de mi lectura del libro, me frustré mucho y mi reacción fue: «¡Esto es imposible!». Pero esa es la maravilla del Evangelio: es imposible vivir una vida piadosa por nuestra cuenta, somos pecadores, imperfectos, con un corazón desviado, lejos de Dios, pero tenemos la buena noticia de la maravilla de la gracia, y de que Jesús vivió perfectamente por nosotras, pagó el precio y me imputó Su vida de obediencia.


Ahora soy libre de tener que hacer todo bien por mí misma porque Jesús ya lo hizo. Su deseo es que, permaneciendo en Su amor, voy a poder producir frutos de obediencia; separada de Él, nada puedo hacer (Jn 15:5).


Cambiar no es fácil, pero es posible en Cristo


Cada vez que miro hacia atrás y como ha sido mi vida en mi adolescencia y primera etapa de la juventud (porque todavía me considero joven), solo puedo dar gracias a Dios que me libró de ser esclava de mis obras, de la ilusión del control. Puedo ver que, si seguía por ese camino, mi final iba a ser frustrante y quizás «bueno», pero sin disfrute. Puedo ver, al día de hoy que, cuando peco, mi perfección me dice que no sirvo para nada y que necesito volver a hacer las cosas bien, pero ahí es donde la voz apacible del Espíritu Santo me recuerda el amor incondicional del Señor, me ayuda a ver cómo mi corazón se fue tras mis propios deleites y me recuerda que Jesús es la fuente de la verdadera vida abundante (Jn 10:10). 


Mi querida amiga, ser transformadas es un camino largo, cuesta arriba muchas veces, pero cuando dependemos de Cristo, cuando nos rendimos a Él, cuando confiamos en Su amor, esas subidas se vuelven ligeras y Él nos transforma por medio del Espíritu Santo. 


No camines sola, está bien depender de otros. Dios nos ha dado una comunidad de gracia para pedir ayuda. En donde todos somos necesitados, pobres y vulnerables. Pecadores redimidos, camino a la Patria Celestial. ¡Qué belleza es pensar que un día vamos a vivir sin pecado, disfrutando plenamente de Dios! ¡Hacia allá vamos, juntas! 


«Y los limpiaré de toda su maldad con que pecaron contra mí; y perdonaré todos sus pecados con que contra mí pecaron, y con que contra mí se rebelaron» (Jer 33:8). ¡Cristo acabará la obra que ya comenzó en nosotras! 



Descarga ese archivo coloreable aquí:



Diseños: Rhaien Vivar

Comments


bottom of page