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Foto del escritorPaola Rodríguez

Cuando el embarazo nos transforma y nos enseña a depender de Dios


El miedo, la preocupación y la ansiedad son emociones con las que muchas de nosotras luchamos en silencio. En un abrir y cerrar de ojos llegan esos pensamientos de miedo, pensamientos de los que queremos escapar, ideas sobre lo que puede llegar a suceder, pero que no podemos controlar.


En medio de todo eso está el hecho de ser mamá, algo soñado por muchas mujeres, pero que, a la vez, puede llegar a ser una etapa algo abrumadora en varias ocasiones. No porque sea algo malo en sí, sino porque es una etapa nueva, un terreno desconocido. Ya que, aunque haya mucha información al respecto, la realidad de cada familia es muy diferente y dependerá de la voluntad de Dios.


¿Cómo podría describir mi embarazo?


Una forma en la que podría describir mis días de mujer embarazada es: «Mi clase de nivel I de cómo depender de Dios ahora que soy adulta».


El embarazo es un tiempo en nuestra vida en el que no tenemos el control sobre nada en nuestro cuerpo; un tiempo en donde un ser vivo se está formando dentro de nosotras y no tenemos total certeza de cómo se está desarrollando. Los cambios de humor están haciendo de las suyas en nuestros cuerpos y nuestras hormonas trabajan duro, preparando todo para la llegada de ese bebé. Un tiempo en donde comienzan a darse una infinidad de cambios, los cuales son completamente necesarios durante todo este periodo.


Considero que estar embarazada es una etapa que Dios usa para enseñarnos muchos temas. Entre ellos, está la importancia de soltar el control de nuestras vidas y entender que nosotras no tenemos el control de nada, lo único que podemos hacer es confiar en Él en un nivel en el que podemos llegar a aprender que donde se acaban nuestras fuerzas empiezan las de Él.


Pero, ¿qué significa confiar en Dios?


Recuerdo que, cada tarde de esos primeros meses de mi embarazo, fueron muy difíciles.


Para ponerte un poco en contexto acerca de mi vida, te cuento que soy extranjera en el país donde resido (eso quiere decir que vivo lejos de mis padres y hermanos). Y, para hacer más difícil la situación, el momento en que recibo la noticia de estar embarazada sucedió unos meses después de saber que dos personas cercanas a mí tuvieron abortos. Por esta razón es que fue una situación un poco compleja para mí, sobre todo, siendo mi primer embarazo.


Por consiguiente, los primeros meses de fueron, tal vez, un tanto diferentes a los embarazos de otras mujeres donde, por lo general, comienzan a planear todo con anticipación: deciden comprar por adelantado ropa, accesorios y muebles para su bebé, agendan salidas de amigas y planifican su baby shower, etc. En fin, yo trataba de no pensar tanto en todo eso porque, estaba llena de miedos, ya que era una de esas ocasiones en las que simplemente no sabía qué iba a pasar.


De hecho, creo poder entender los miedos, la ansiedad y los pensamientos afligidos de aquella mujer que quiere disfrutar de esa etapa pero no pudo, o aquella que lo intentó y vivió el dolor de una pérdida. Sin embargo, no puedo imaginar cuántas preguntas habrán rondando en sus mentes, cuáles eran sus luchas internas, sus noches en soledad llenas de lágrimas y dolor, quizás callando todos esos pensamientos para mostrarse fuerte, confiada en su Dios y segura, pero su realidad interna es otra.


Cada una de nosotras lucha con diferentes circunstancias; todas duras, todas difíciles de afrontar, todas llenas de preguntas sin responder. No podemos vivir una vida creyendo tener el control de todo, o creyendo que soy la única que está sufriendo un dolor indescriptible e inimaginable. Nuestra perspectiva para ver la vida debe cambiar al nacer de nuevo en Cristo. No tenemos el control de nada en nuestras vidas y eso no es algo que debe preocuparnos o angustiarnos, sino que es algo que debe llenarnos de paz porque el Gran Yo Soy es el que nos sostiene. Como dice el salmista, con Él «[…], tengo todo lo que necesito» (Sal 23:1 NTV).


En realidad, nunca sabemos qué va a pasar en nuestras vidas a futuro. Muchas veces nos preguntamos: ¿Seguiré en este empleo mañana? ¿Podré ir al mercado el fin de semana? ¿Tendré dinero para pagar el arriendo este mes? ¿Podré abrir mis ojos mañana?


Damos por hecho que todo en esta vida sucederá como lo esperamos. Pero eso es una mentira porque el único que sabe qué puede pasar de aquí a mañana es Dios. 


Quisiera que veamos un versículo que siempre recuerdo en estas ocasiones: «La mente del hombre planea su camino, pero el Señor dirige sus pasos» (Pr 16:9). Mi etapa de embarazo, de principio a fin, fue una enseñanza personal acerca de cómo depender de Dios. Aprender a confiar en que, aunque no pueda verlo por completo, mi bebé estaba siendo formada por el mejor, el Creador del universo. Podía confiar en que, a pesar de no poder abrazar ese bebé y darle seguridad, mi Protectorsí lo estaba haciendo.


Entrégale tus miedos y descansa en Su Soberanía


Estar embarazada es hermoso. Si estás viviendo esa etapa hoy, te animo a que puedas disfrutarlo. Decide entregarle tus miedos y creerle a Aquel que sostiene el universo. Hay una cantidad de versículos en la Biblia que te lo recordarán. Pídele a Cristo que te acompañe a vivir esas palabras que Dios dejó escritas en ese maravilloso libro.


«No temas, porque yo estoy contigo; no te desalientes, porque Yo soy tu Dios. Te fortaleceré, ciertamente te ayudaré, Sí, te sostendré con la diestra de Mi justicia» (Is 41:10).


De igual manera, si eres una mujer que siempre soñó con vivir esa etapa, planeó su vida imaginándose en ese rol pero Dios no ha provisto, no sabría decirte acerca del por qué Dios no te lo ha permitido vivir. Sin embargo, sí podría recordarte quién es tu Dios. Él es el Buen Pastor, el Gran Yo Soy, el Poderoso de Israel y el único que sabe cómo te sientes. Quizás, es difícil aceptar el hecho de ser infértil, o el hecho de vivir una pérdida. Sin embargo, sabemos que Dios tiene un plan divino para cada una de Sus amadas hijas y que Él es el autor de la vida. Él permite y retiene la concepción. 


Por lo tanto, mi deseo es que, si estás pasando alguna situación en la que no tengas control de nada, puedas recordar y meditar lo que Dios nos dice en Su Palabra:


«Porque como los cielos son más altos que la tierra, así Mis caminos son más altos que sus caminos, y Mis pensamientos más altos que los suyos» (Is 55:9).


«“Porque Yo sé los planes que tengo para ustedes”; declara el Señor, “planes de bienestar y no de calamidad, para darles un futuro y una esperanza”» (Jer 29:11).


Aprendamos a dejar en Cristo aquellas cargas que nos impiden disfrutar lo que Dios nos regala en cada etapa de nuestras vidas. 


Aprendamos a ver cada cambio en nuestras vidas con fe y esperanza, creyendo de manera radical que Dios va con nosotras en el camino sosteniéndonos y guiándonos. 


Confiemos y descansemos en Cristo, pues es quien lleva el timón de nuestro barco, y Su voluntad es buena, agradable y perfecta (Ro 12:2). No importa lo que pase en esta etapa de tu vida, decide confiar en Dios y esperar en Él pacientemente porque te ha prometido que estará todos los días de tu vida contigo y eso es lo único que importa. 


De esta manera, vivirás cada circunstancia que Él permita en tu vida, para Su gloria y para Su honra.




Diseños: Vianela Valerio

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