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Adoración: ¿Cómo nos acercamos a Dios?


En primer lugar, ¿Qué es la adoración? 


Podemos ver, a través de toda la revelación bíblica, que la adoración es el propósito supremo para el cual fueron redimidos los creyentes (Jn 4:23) y la ocupación con la que están eternamente embelesados (Ap 22:3-4; 19:1-6). Además, como dice el autor Garrido: «la adoración comienza y termina con Dios».1 Él es el fundamento de la esencia de la adoración.


Según Juan 4:21-24, la verdadera adoración debe empezar en el corazón y en la mente del que adora. Puede incluir oración, expresiones de alabanza y agradecimiento; la ofrenda, la ayuda a los hermanos, la predicación del evangelio, la enseñanza de la Palabra, etc. Todos estos son actos de adoración que los creyentes pueden llevar a cabo tanto de manera individual como en sus congregaciones. Como dice Hebreos 13:15: «Por tanto, ofrezcamos continuamente mediante Él, sacrificio de alabanza a Dios, es decir, el fruto de labios que confiesan Su nombre». Adorar al Señor es darle gloria, honra, alabanza, devoción y reverencia que le corresponden por cada uno de Sus atributos, por ser el Creador soberano y el único y verdadero Dios, el cuál es digno de adoración (Is 42:8). Cualquier intento de adoración a otro supuesto dios se constituye en idolatría, lo cual está prohibido por el Señor (Éx 20:3).


En segundo lugar, ¿Qué es la espiritualidad?


Hoy en día, en el mundo secular hay muchas ideas populares acerca de la espiritualidad, pero «puede definirse como el estudio (o quizá mejor, la experiencia) de la capacidad humana de conocer una realidad o entidad espiritual» según Sam Másters.


Como seres humanos, somos limitados a la hora de conocer algo en profundidad. Aún así, tenemos un deseo inevitable de querer hacerlo. Hoy en día, vivimos en una cultura individualista, caracterizada por la pérdida de identidad. La mayoría de la gente se opone a todo tipo de autoridad y rechazan la posibilidad de que exista una verdad absoluta. 


«Yo soy una persona muy espiritual, solo que no soy religioso» dice la gente. Aún así, hay una gran sed espiritual que se expresa de diferentes formas. Idolatría a estatuas, creencia en las vibras y energías que pueden transmitir ciertos objetos o prácticas como la meditación, el yoga, etc., énfasis del racionalismo y más. Se trata de una espiritualidad que cada ser humano puede reinventar según su propio entendimiento, interés personal, o según el momento de su vida en el que se encuentre, fundamentada en lo meramente práctico: ¿Me produce paz y tranquilidad? ¿Sirve para reducir el estrés y la ansiedad? 


¿Hay un camino que lleva al verdadero encuentro con Dios?


Tanto para creyentes, como para los que todavía no conocen al Dios verdadero, el camino de la espiritualidad bíblica es el camino confiable que nos sirve para atravesar el escepticismo del mundo actual.


La espiritualidad bíblica tiene que ver con nuestra teología aplicada a la vida diaria. Muchos teólogos la definen como la forma en que los seres humanos nos acercamos a Él por medio de Su amor. O, por lo menos, la forma en que las personas creen que lo hacen. 


La espiritualidad bíblica describe el anhelo ferviente del hombre por ser transformado a la imagen de Cristo y así alcanzar la verdadera espiritualidad (Col 1:28; Fil 3:9), la cual se caracteriza por llevar una vida íntegra y piadosa delante del Señor, en santidad (He 12:14) y anhelando la consumación de la redención que vendrá con la segunda venida de nuestro Señor.


La espiritualidad bíblica busca responder ciertas preguntas como:


  • ¿Cómo podemos acercarnos a Dios?

No podemos conocer a Dios basándonos simplemente en nuestra razón o capacidad para hacerlo. La Palabra de Dios dice que el corazón del hombre es engañoso (Jer 17:9) y que lo espiritual debe discernirse espiritualmente (1 Co 2:14). Como dice Paul Enns: «La adoración verdadera debe ser de la naturaleza o esfera espiritual y debe ser acorde con la verdad como Dios la reveló» (Jn 4:24).


  • ¿Qué debemos hacer para acercarnos a Dios?

Nuestro problema para conocer al Dios vivo y verdadero no son nuestras limitaciones individuales; nuestro problema radical es el pecado que habita en nosotros. La solución a eso es la redención y santificación que Dios está llevando a cabo en nuestros corazones en Cristo, quien cumplió fielmente el pacto al ofrecerse como sacrificio y mediador nuestro. El anhelo de nuestros corazones debe ser el de ser reformados por medio de Su Espíritu cada vez más a la imagen de Cristo.


  • ¿Cuál es la naturaleza de esta relación espiritual?

Claramente, no se trata de misticismo ni de ninguna corriente filosófica de este mundo. Se trata de la obra santificadora de Dios en nuestras vidas (2 Pe 2:16). «En las Escrituras encontramos un fiel relato y una interpretación correcta de los grandes actos de Dios en la historia. A modo de pacto, la Palabra de Dios sirve como el marco de una nueva relación: un nuevo pacto entre nosotros y el Dios que nos creó».4 Se trata de una relación de pacto (Jer 31:31), donde ahora los creyentes en Cristo somos parte de Su pueblo (1 P 2:9).


¿Qué relación tiene la adoración con la forma en que nos acercamos a Dios?


Desde el comienzo del Antiguo Testamento, en el libro de Génesis, vemos que Dios tenía una relación perfecta con el hombre creado a Su imagen. Pero, tristemente, el hombre desobedeció Su mandato y pecó. De esta manera, la relación que el hombre y la mujer tenían con Su Creador se vió rota y empañada por el pecado, por lo que sintieron vergüenza y culpa. Aún así, por Su misericordia y amor, Dios tomó la iniciativa de restaurar esa relación. Les hizo ver su propio pecado, les dio nueva vestiduras; pero, a su vez, también les mostró las consecuencias de su rebeldía. Y, junto con ello, la promesa de redención en Cristo (Gn 1-3). 


También podemos ver en Génesis, que Él nos creó para adorarle a través de una relación con Él mientras cumplimos con Su propósito de labrar la tierra, multiplicarnos y demás. 


Luego, a través de Levítico, podemos ver que Dios provee una forma de que el hombre pueda acercarse a Él por medio de pactos, a través de sacrificios y el cumplimiento de la ley. Sin embargo, en Éxodo, leemos que ellos no pueden acercarse a Dios por su propio pecado, pero Dios escoge hombres piadosos que sirven como intermediarios. La presencia de Dios se manifiesta a través del tabernáculo, la columna de nube y de fuego.


Ahora bien, en Deuteronomio es interesante notar que Dios comienza a relacionarse con Su pueblo haciéndose llamar «El Señor, tu Dios». De esta manera, muestra la posibilidad de una relación cercana y personal, dándoles, a su vez, el mandato de obedecer Su Palabra y no caer en la idolatría.


Así llegamos a los Evangelios, donde tenemos el nuevo pacto, la venida del Salvador prometido, Su muerte y resurrección, y la promesa de enviar al Espíritu Santo como consolador. Incluso, en Hebreos se nos muestra a Cristo como el sacerdote inmutable, nuestro cordero inmolado, el tabernáculo por medio de quien Dios habita en nosotros para siempre. 


Con todo esto vemos que, a través de las Escrituras, Cristo se da a conocer y Dios muestra Su anhelo de querer habitar entre Su pueblo y estar cerca de ellos.


Entonces, ¿cómo debe llevarse a cabo dicha adoración?


El pasaje de Juan 4:21-24 nos muestra la esencia de la adoración. Aquí vemos que Jesús está con la mujer samaritana junto al pozo. Luego de hablar de su pecado en los versículos 15-18, esta mujer dice lo siguiente: «Nuestros padres adoraron en este monte, y ustedes dicen que en Jerusalén está el lugar donde se debe adorar» (v. 20). Básicamente, le está preguntando a Jesús, ¿cuál es la manera correcta de adorar? A lo cual, «Jesús le dijo: “Mujer, cree lo que te digo: la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adorarán ustedes al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que lo adoren. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben adorar en espíritu y en verdad”» (v. 21-24).


Si analizamos el contexto inmediato de este pasaje podremos ver que los judíos y samaritanos de aquella época se preocupaban por las formas externas de la adoración. Esto se debía a que Dios había establecido formas particulares para llevar a cabo la adoración en Antiguo Testamento. Sin embargo, Jesús, en Su venida, dejó claro que tales rituales externos ya no eran necesarios. Por el contrario, Él puso Su enfoque en la esencia de la adoración, es decir, la respuesta del espíritu a la Verdad.


La adoración debe abarcar todos los aspectos de la vida del hijo de Dios. Esto sucede cuando la persona creyente comprende la verdad de Dios descrita en Su Palabra y responde como es debido: «en espíritu y verdad».


Adorar a Dios en verdad


Una vez escuché a un predicador decir que a Dios le importa que le obedezcamos, pero también le importa cómo lo hacemos. Ya que en Su Palabra Él nos dejó una forma determinada de poner en práctica cada una de sus instrucciones, debemos prestar atención a este aspecto y debemos adorar a Dios como a Él le agrada, no como los samaritanos que lo estaban haciendo a su manera (v. 22a). Tenemos que adorar al Dios vivo y verdadero como nos manda el Señor en Éxodo 20:3: «No tendrás otros dioses delante de Mí». Únicamente por medio de la persona de Cristo, de Su sacrificio y Su rol como Sumo Sacerdote es que podemos acercarnos al Dios santo en adoración (He 9:11-14).

Adorar a Dios en espíritu


Aún así, más allá de comprender la verdad, Dios quiere que lo hagamos «en espíritu y  verdad». Mientras la mujer samaritana se centraba en un lugar físico específico para llevar a cabo la adoración, Jesús habló de respuestas espirituales; respuestas del corazón, de los afectos.


«La verdadera adoración involucra responder a la verdad en nuestro corazón. Cristo mismo dijo que el primer mandamiento es amar al Señor con todo nuestro ser (Mr 12:3)».5


Finalmente, «Yo soy, el que habla contigo»


Esas fueron las palabras de Jesús a aquella mujer pecadora, mostrando así que la base y el fundamento de la verdadera adoración se centra en la revelación de Cristo a los pecadores. Sólo a través de Él podemos acercarnos a Dios libres de culpa y temor, con gratificante y gozosa adoración. 


¿Sientes que todo lo que haces para acercarte a Dios sólo te hace sentir frustrado? Pues, la Biblia dice que no se trata de lo que puedes hacer, sino de tener fe en Cristo y confianza en Él como Señor de la creación y hacedor de la redención.


La adoración que vemos a lo largo de Juan 4:21-24 proviene de manera directa de la redención en Cristo. Aún así, aguardamos con esperanza una expresión mayor de la adoración en la consumación del plan redentor de Dios. «[...] “El Cordero que fue inmolado es digno de recibir el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la gloria y la alabanza” [...] “Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el dominio por los siglos de los siglos”» (Ap 5:12-13).


Mientras tanto, que «todo lo que respira alabe al Señor. ¡Aleluya!» (Sal 150:6).


Bibliografía:

1 Garrido, Cara a cara, La trinidad: fuente y destino de la adoración, 24.

2 Sam Másters, ¿Qué es la verdadera espiritualidad?, Coalición por el Evangelio.

3 Paul Enns, Compendio Portavoz de Teología, 353.

4 Sam Másters, ¿Qué es la verdadera espiritualidad?, Coalición por el Evangelio.

5 Scott Aniol, Sonidos de adoración, ¿Por qué cantamos en la iglesia?, 20.




Diseño: Frida García

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